viernes, 20 de enero de 2023

AUDREY HEPBURN: Albura de cisne

[Audrey Kathleen Ruston, nacida en Bruselas, Bélgica, el 4 de mayo de 1929-Tolochenaz, Suiza, el 20 de enero de 1993 de cáncer colorrectal a la edad de 63 años]

AUDREY HEPBURN
: "Querría creer que mi atractivo radica en que los otros ven en mí la necesidad de recibir y dar afecto"

                   FALLECIDA EL 20 DE ENERO DE 1993


Gravitaba, sin secársele jamás la sonrisa, como un mármol inmaculado en la pantalla. Su belleza era como un espejo mañanero en el que ella permanecía esmaltada con esa albura de los cisnes. Sus ojos se filtraban en nuestro corazón como esos perfumes que van dejando un rastro de ofrendas, una proyección de ternuras, que, temiendo perderse, nos miran como si nos pidiesen el alma.
Junto a Gregory Peck "Roman Holiday" ("Vacaciones en Roma") de William Wyler, fue una princesa soñada, de garganta y brazos desnudos, perdida en las caricias de la noche Romana, (de la que no hubiera querido despertar, y que le supuso un Oscar).
 

Dirigida por Stanley Donen,  con Fred Astaire fue la más inolvidable de las  "Funny Face" ("Una cara con ángel"), 1957.

Fred Zinnemann en 1959 la convirtió en la hermana Luc, una monja inestable e indecisa en sus convicciones religiosas, que destinada al Congo como ayudante de un cirujano Peter Finch en "The Nun's Story" ("Historia de una monja") acabaría por dejar sus hábitos.


Hija de kiowas, John Huston la convirtió en una heroina de western en "The Unforgiven" ("Los que no perdonan"), 1960, junto a Burt Lancaster.
Se paseó entre la indiferencia matutina del Tiffany's Neoyorkino en "Breakfast At Tiffany's" ("Desayuno con diamantes"), 1963, de Blake Edwards,  (y tuvo como vecino a un gigoló y almibarado George Peppard y a un japonés siempre al borde de la desesperación: Mickey Rooney.
 
Dirigida de nuevo por William Wyler en "The Children's Hour" ("La calumnia"), 1961, junto a Shirley MacLaine y James Garner, dos profesoras son infamadas de conducta  lésbica por una alumna maliciosa y vengativa.




O a través del oleaje avasallador de las invasiones Napoleónicas en Moscú, vivió su maravillosa Natasha de "War and Peace" ("Guerra y paz"), 1956, dirigida por King Vidor, entre Henry Fonda, Mel Ferrer y Vittorio Gassman.







Su figura delgada se vestía con el traje de noche de la ilusión. Sus idilios se filmaban con un vértigo de amores robados, que empezaron a debatirse, siendo la inolvidable "Sabrina", 1954, de Billy Wilder, entre su amor por William Holden y su atracción final por Humphrey Bogart. Tuvo así la forma y la blandura de esas escaramuzas que embellecen el amanecer, el encanto frenético que hace más gozoso el camino de las pasiones. "Sabrina" ocupa ya un lugar en el Olimpo. Y su "Charade", 1963, dirigida por Stanley Donen,  con Cary Grant hizo historia. Su affaire amoroso con Gary Cooper se llamó "Love in the Afternoon" ("Ariane"), 1957, de nuevo dirigida por Billy Wilder.



Resucitó incólume a aquella transfusión cultural, (intacta su honorable inferioridad de humilde florista, plástica, hermosa y deslumbrada Eliza Doolitle), del oro entronizado que se iniciara en el templo clandestino y misógino de Henry Higgins, su Rex Harrison, alias "Pygmalion" en "My Fair Lady",1964, de George Cukor.
 
"Paris - When It Sizzles"Volvió a reencontrarse con William Holden en una aventura enloquecida en "Paris - When It Sizzles" ("Encuentro en París"), 1964, de Richard Quine. Fue ladrona por amor en "How to Steal a Million" ("Cómo robar un millón y...") 1966, dirigida por William Wyler, junto a un desmadrado Peter O'Toole


Y entregándose a la postrer ofrenda de una Marian enamorada hasta el delirio, capaz de amar "más que a Dios" a su Robin -Sean Connery- envejecido, se asomó de nuevo a nosotros con el exquisito encendimiento de algunas flores inmarchitables en "Robin and Marian", 1977, de Richard Lester.



Y una vez se halló con Albert Finney y anduvieron a la brega los "Two for the Road" ("Dos en la carretera"), 1967, dirigida por Stanley Donen. Y estuvo, contra todo lo imaginable "Wait Until Dark" ("Sola en la oscuridad"), 1967, de Terence Young, con Alan Arkin, Richard Crenna, y Efrem Zimbalist Jr.



Su despedida cinematográfica tuvo lugar en tres últimas películas: "Bloodline" ("Lazos de sangre"), 1979, de Terence Young, junto a Ben Gazzara, Romy Schneider, James Mason, e Irene Papas"They All Laughed" ("Todos rieron"), 1981, de Peter Bogdanovich, con Ben Gazzara, y John Ritter. Y "Always" ("Para siempre"), 1989, de Steven Spielberg, con Richard Dreyfuss, Holly Hunter, y John Goodman. 

Era tal el poder de su armonía que se abandonaba a la cámara sin el menor lujo de aspiraciones. Fue la belleza tímida, la ingenuidad esclarecida, la inteligencia arrojada, ante la que los hombres jamás perecieron por caprichos absurdos de vampiresa. Pero nos dejaba a todos llenos de esperanzas de amor, ilusionados de aventuras, temblorosos en la espera de verla aparecer.

Catequizaba el frenesí como una siesta de amor de cuyo sueño lunático uno no hubiese querido despertar jamás. Sus ojos besaban como si nos besase un ángel. Se rebelaba sin rebelión. Poseía el magnetismo de los secretos íntimos. Una fosforecencia que, desdeñando el más milagroso de los cosméticos, aparecía iluminada por una luz furtiva, adquirida quizás en algún despilfarro lunar, porque esa plástica de dulzura que nos impone la mujer idolatrada, no tiene explicación. Es un grabado de lujo que llega hasta nosotros sin que logremos explicarnos de dónde puede nacer semejante influjo. Creó un oleaje mítico alrededor de sus fieles. Un contacto infinito, un tesoro instantáneo de celuloide mágico que se copiaba en sus sonrisas, y que convirtió al espectador en un punto de unión de dos esencias: la del ensueño de poseerla y la alegría de tenerla en nuestros sueños. Fue una evocación que el cine arrebató a la muerte. Y siguió siendo un vínculo fluido y diáfano. Un ser modelado en la placidez sobrehumana del más allá, porque la pantalla la esculpió en el mármol de nuestro templo mitificador.  


En 1992 recibió el Premio Humanitario Jean Hersholt. Falleció debido a un cáncer de colon en su casa de Tolochenaz, en Suiza el 20 de enero de 1993 a los 63 años de edad. Ese mismo día, Elizabeth Taylor dijo que «Dios estará contento de tener un ángel como Audrey con Él».


... Y ella resurge siempre desde esa cámara oscura, atraída por nuestra llamada. Es una diosa de nuestro reclamo cinematográfico. Inmóvil en la memoria. Pero, al recordarla, sentimos lo mismo que observando el ave detenida: imaginamos y apetecemos que vuele...

 ¡TE AMO...!