viernes, 23 de abril de 2021

La Sabina


José Luis Borau
traslada el mundo de las meigas gallegas, o la magia mítica de los dragones medievales a los luminosos, verdeantes y escarpados paisajes andaluces. En su época, el film fue víctima de una incomprensión despiadada. Después del espaldarazo de "Furtivos" en 1975, las posturitas críticas no dieron un duro por él. Pero Borau siempre fue novedoso, a veces genial, y nos contagia sus convicciones fantasiosas, sus exaltaciones románticas y su dramatismo pasional, de nuevo insertadas en un atractivo medio social naturalista que le permite conseguir efectos plásticos de una elaborada belleza que acabará por fascinarnos.






Fue una co-producción España-Suecia. Y naturalmente contó con actores extranjeros, que doblados, restan verosimilitud a cuanto en el film sucede. No obstante, permanecen los sentimientos entrecruzados de una airada turbación pasional, que se orientan hacia el estudio naturalista y psicológico de personajes sencillos que irrumpen constantemente en su realidad cotidiana para enfrentarse a las muy diversas personalidades de un grupo extranjero insertado fugazmente en un ambiente que no les pertenece y que no acaban de comprender.

Ángela Molina desata emociones en la atmósfera cerrada y opresiva del visitante inglés interpretado por Jon Finch. El actor británico se hace con el personaje, se golpea emocionalmente con ira y se compadece de sí mismo, convirtiéndose en un convincente y atormentado enamorado. Lo que más nos gusta es que al final se quite de en medio, llevándose consigo a Simon Ward. Finch (doblado como el resto del elenco extranjero) logró, por tanto, infundir una gran carga emocional a su personaje. Harriet Anderson es el perfecto contrapunto opuesto, como extranjera y extraña "turista", al andalucismo apetitoso que la película nos regala.
Carol Kane, la "hippy" eterna, papel que la encumbró y la hundió, se convierte en una tipificación del arte interpretativo hablado en otro idioma; arte al que forzosamente hay que doblar, y aceptado tan sólo para valorizar fisonomías de actores muy populares en otras latitudes, pero que no acaban de avenirse por completo al código de estética cinematográfica impuesta por ambientes que les son ajenos y que chocan en su acercamiento realista a los mismos. Ovidi Montllor, extraordinario y que no musita una palabra, repite con Jose Luis Borau.  



[Nacido en Zaragoza, 8 de agosto de 1929 - Fallecido en Madrid, el 23 de noviembre de 2012 de cáncer de laringe a los 83 años]
 
La sensibilidad emotiva, polémica, vehemente y capaz de superar todos los esquematismos impuestos al cine español durante la Dictadura Franquista del gran director aragonés mantiene, sin embargo, la permanencia de una brillantísima factura, un desenfrenado refinamiento estético y una exaltación pasional azarosa y turbulenta, casi "sternbergiana", vacunada por fortuna, como ya se indicó, contra las puerilidades más comunes de la cinematografía española que todavía hacía furor en 1979. Con "La Sabina", 1979, asistimos ya a una definitiva plenitud de la madurez creativa del mejor José Luis Borau.


Estudió en el "Colegio San Agustín" de Zaragoza. En 1949, en esta ciudad, se licenció en Derecho. Trabajó después como crítico de cine en el periódico "Heraldo de Aragón". Y atraído fundamentalmente por el cine, desde 1957 ingresa en la "Escuela Oficial de Cinematografía" en Madrid. Al acabar la carrera, rueda el cortometraje "En el río", 1960. Un spghetti western "Brandy", 1963, y un espléndido thriller "Crimen de doble filo", 1965, con Carlos Estrada, Susana Campos, Antonio Casas y José María Prada. Son sus primeros largometrajes, que pese a su esperanzadora factura, no alcanzan ningún éxito comercial.
 
Funda su propia productora, llamada "El Imán", en 1967, con la esperanza de controlar personalmente sus siguientes películas. Durante diez años filma anuncios  e imparte clases en la "Escuela Oficial de Cinematografía" Por fin, en 1974, rueda el thriller político "Hay que matar a B" con excelentes resultado y un planteamiento ideológico bien matizado. No obstante, al contar con actores norteamericanos como Darren McGavin, Patricia Neal, Burgues Meredith, y la francesa Stephane Audran, convenientemente doblados al castellano, los resultados ofrecen un paralelismo derivado en exceso del cliché cinematográfico norteamericano más en boga en la década de los 70. 
 


El mayor éxito llega con "Furtivos", 1975, con Ovidi Montllor, Lola Gaos, Ismael Merlo, el mismo Borau, y Alicia Sánchez. Cine decididamente enfrentado al franquismo ya decadente (la inmediata desaparición del dictador Franco se hallaba a las puertas), rodado en fantásticos exteriores de bosques cercanos a Madrid, con una trama violenta, claustrofóbica, dotada de una narrativa naturalista, perfectamente medida por un drama materno filial cuyos personajes recorren modas, usos y costumbres carpetovetónicas ofrendando  ramalazos dramáticos de gran brillantez entre un riguroso y alarmante (para nuestra cinematografía patria) desarrollo criminalista. Las autoridades franquistas la desestimaron para los festivales de Cannes y Berlín. Fue presentada en San Sebastián, y recibió el "Palmarés" como "Mejor Película", "Mejor Director", "Mejor Actriz" Lola Gaos, y "Mejor Guión" José Luis Borau y Manuel Gutiérrez Aragón.
 
 



En 1979, en colaboración con Suecia, dirige "La Sabina" con una maravillosa y juvenil Ángela Molina, Ovidi Montllor, y una nueva colaboración con actores y actrices extranjeros: los británicos Jon Finch y Simon Ward, la hippy norteamericana Carol Kane, y la sueca Harriet Anderson. Rodada en la provincia andaluza de Málaga, se convierte en un atractivo y profuso drama de pasiones simultaneados con supersticiónes rurales, donde la Molina ofrenda una imagen rotunda del mejor andalucismo, refrendado por su acento ágil y apetitoso, alimentando  a su vez, con inusual esplendidez, su apego a los atractivos valores generacionales.
En 1984, viaja a Estados Unidos para dirigir la coproducción hispano-norteamericana y australiana "Río abajo" ("On the Line"), con David Carradine, Scott Wilson y Victoria Abril. Personajes inventados:  guardías fronterizos, emigrantes, prostitutas en la línea que separa México de Norteamérica. Film maldito de Borau, de nula repercusión publicitaria y enorme fracaso de taquilla, tanto en España como en EE.UU.
 
A fin de poder desquitarse de este fracaso que significó su única pelicula fuera de España, en 1986 rueda la comedia erótica "Tata mía", con un gran reparto compuesto por Carmen Maura, Alfredo Landa, Xabier Elorriaga, Miguel Rellán, Marisa Paredes, Julieta Serrano, y la recuperación, por última vez, para la pantalla grande de Imperio Argentina (como homenaje a una personalidad inolvidable y a una época). Tata-Imperio funcionaron esplendidamente durante todo el film. Borau dirigió asi, sabiamente, una de las comedias más perfectas y divertidas de la década de los 80. Película, según las críticas más favorables, "cargada de matices, con un trasiego de amores que fueron escondidos, de sexo que resultó adulterado, y de frustraciones necesitadas de un remedio inmediato" Aunque no fue premiada, alcanzó una nominación a los premios "Goya"
 
"Niño nadie", 1996, con  Rafael Álvarez, Icíar Bollaín, Pedro Alonso, y Adriana Ozores, y "Leo", 2001, (premio "Goya" a la mejor dirección) con Icíar Bollaín, Valeri Jlevinski, Luis Tosar, Rosana Pastor, y Charo Soriano. Ambas películas, (muy al contrario de "Tata mía" que cosechó un gran éxito de crítica y público), pese a su estupenda factura, pasaron desapercibidamente por las pantallas españolas, fracaso este que marcó la definitiva retirada de José Luis Borau de la dirección cinematográfica. No obstante, en 2001, produce "El verano de Anna" ("Anna's Sommer"), coproducción con Grecia y Alemania, dirigida por Jeanine Meerapfel, con Ángela Molina, Herbert Kaup, Dimitris Katalifós, y Rosana Pastor. Film escasamente distribuido por pantallas españolas.
 
En febrero de 2008, José Luis Borau fue nombrado académico de la "Real Academia de la Lengua", cubriendo la vacante dejada por Fernando Fernán Gómez en el sillón "B".  El escritor Bernardo Sánchez Salas presentó el libro "Borau: La vida no da para más". Dicha presentación tuvo lugar en un acto literario el día 22 de noviembre de 2012. Un día después, Borau fallecía en Madrid a los 83 años.
 








 

 
 
 

 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
Michael (Jon Finch), atractivo e inestable intelectual inglés, aunque fracasado y con obsesiva dependencia alcohólica, reside durante un tiempo en un bello pueblo de la serranía malagueña con el propósito de investigar y escribir la historia de la misteriosa desaparición de un compatriota suyo, también escritor, que recorriera aquellas tierras españolas durante el siglo decimonónico. No obstante, los días transcurren sin éxito productivo alguno, y el visitante inglés, acomodado en casa de una amante eventual norteamericana, conocida como Daisy (Carol Kane), también residente en aquel rincón de Andalucía, de vida desarticulada y bohemia, se enfrenta con total apatía a una inactividad rutinaria y tediosa, carente de toda capacidad creativa.
 


 
Por medio de una joven y bellísima lugareña, llamada Pepa (Ángela Molina), llega a sus oídos la fábula de la "sabina", una misteriosa mujer dragón que se oculta en una de las más profundas cuevas rurales de la serranía y devora a cualquier hombre que se introduzca en la gruta, emitiendo gemidos de placer y fogaratas infernales. Este mito y la poderosa presencia femenina de Pepa, acompañados de la superstición y costumbres de esa tierra mágica y atrayente irrumpirá en la displicente vida del escritor inglés, que acabará también enamorándose perdidamente de la muchacha andaluza. Pasión dura y no correspondida inicialmente por Pepa que, pese a todo, trastocará sus relaciones amorosas con la lunática visitante norteamericana. Pepa acude a casa de Daisy acompañada por su primo Manolín (Ovidi Montllor) joven algo retrasado y mudo, para encalar el estudio de Michael. Éste aparece en el patio dispuesto a remojase, y ofrece la manguera a Manolín para que lo duche.

Pepa riñe al pobre Manolín por haberse mojado con la manguera, mientras Michael observa la escena desde el balcón que da al patio. Luego, en el estudio se produce el encuentro con el residente inglés, que la invita a café. Pepa ojea un mapa lugareño ante el abúlico escritor, indicándole que en el mismo se halla pintada con toda precisión la ruta campestre y abrupta que conduce a la cueva de la "draguna", como apoda Pepa a la "sabina", en cuya existencia ella, al igual que todos los habitantes del pueblo y alrededores, cree a pies juntillas. 


 
 







 


Michael, interesado en la leyenda, aunque atraído sobre todo por Pepa, se hace acompañar por ella y Manolín, en su jeep, hasta el lugar donde se halla la caverna devoradora de hombres. Finalmente, reprendida por un familiar (Fernando Sánchez Polack) por intentar arrastrar hasta la cueva de la "sabina" a Michael, será aquél quien  acompañe al residente inglés hasta la misma entrada del antro infernal.



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Michael, pese a los consejos del familiar de Pepa para que no enfurezca al dragón, sintiendo la brisa helada que parte de la gruta, decide enfrentarse bulescamente al mito de la "sabina", gritándole que lo devore y orinando ante la ensombrecida caverna.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 

Ya de regreso, recoge a Pepa en su jeep y trata de seducirla. Pepa no accede a las pretensiones de Michael, abandonando el jeep e insistiendo en que no le quiere, además de que tiene un novio formal, y si aceptara sus galanteos, ambos serían la comidilla de todo el pueblo. Michael, despechado, la lleva hasta su casa, pidiéndole que se vuelvan a ver.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
La noche siguiente, un Michael bebido acude a casa de Pepa. Tropieza en el patio, y Pepa aparece deivertida, ayudándole a levantarse. Y se entrega a él en la oscuridad del patio.






 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 

Pepa oye unos ruidos y asustada pide a Michael que se vaya de casa. Lo despide en el patio, y cuando Michael llega a casa de Daisy, ésta lo abraza pero es rechazada por él. Le hace entrega de una nueva carta de su mujer y Michael toma todo el resto que tiene guardado y los quema.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 


Se van a celebrar las fiestas patronales del pueblo andaluz, Y Daisy acompaña a Pepa a la estación para recibir a su novio formal que llega desde Londres donde trabaja durante el resto del año. Al mismo tiempo, aparecen en la estación dos nuevos turistas en busca del paradero de Michael. Se trata de su mujer, Mónica (Harriet Anderson), una atractiva y madura inglesa, y de Philip (Simon Ward), compañero literario de Michael, y encubierto amante de Mónica. Daisy, al tiempo que lleva a Pepa y a su novio al pueblo en el jeep, accede también a que les acompañen los recién llegados a quienes ha informado previamente de que en efecto Michael está viviendo con ella, a lo cual la esposa de Michael no da importancia ninguna. Los acoge con disimulado disgusto tratando de no mostrar con sus actos extravagantes que se siente herida por el despecho y por el abandono pasional que Michael ha empezado a mostrar por ella. Cuando llegan al pueblo, Pepa y su novio se despiden, y luego la joven continúa con Daisy y los nuevos visitantes.
 
 

 


 
 
 

 
 

Michael recibe a su esposa y a su amigo con total disgusto, aunque complacido  con la presencia de Pepa en la casa. Y cuando muestra sus escritos, su esposa y su amigo no cesan de reprochar agriamente la desidia literaria de Michael, amenazándole de que la editorial a la que debe la biografia inexistente del desaparecido escritor inglés sobre el que se había comprometido a escribir no se hará ya cargo de los gastos improductivos que su estancia en España les está ocasionando Michael. Finalmente, fingiendo una camaradería imposible, Pepa prepara un gazpacho, que asombra a los invitados por tratarse de una sopa fría, y es invitada a compartir la mesa.
 
 
 






 

 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
 

 

 
 
 
 
 
 
Michael, Daisy y los visitantes recorren los espectaculares paisajes del pueblo malagueño y visitan las ruinas de un viejo castillo. Desde allí, Michael observa celoso los paseos de Pepa con su novio por la carretera que da entrada a la villa. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Michael, desesperado, con el jeep, pasa repetidamente por delante de la pareja. Luego recala en el bar y bebe hasta la saciedad. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 


Y cuando Pepa y su novio se despiden ante la puerta de la casa de ella, Michael, escondido, los ha estado espiando. Cuando grita, Pepa, que esta vez le niega su anterior entrega amorosa, aduciendo la presencia en el pueblo de su joven prometido, se muestra enfurecida, exclamando que no vocifere de esa manera, "con las ganas que me tiene este pueblo". Michael se entrega de nuevo a sus deseos por la muchacha que trata de resistirlo. Él se arrodilla ante ella, estrechándola, pero la joven huye angustiada por las acometidas apasionadas de Michael.









 

Mónica y Philip han sido invitados por un matrimonio aristócrata de la capital malagueña que poseen un interesante archivo histórico en el que se guardan algunas cartas decimonónicas del visitante inglés desaparecido, que al parecer tuvo una relación amorosa con una hermosa joven perteneciente a la familia. Michael acude a Málaga tras recibir la llamada de su mujer para que pueda revisar dichos archivos. Allí Michael y Philips hojean las cartas mencionadas.
 
 
 

 
El matrimonio malagueño les muestran una fotografía de la familia.

Y luego otra de su bella antepasada conocida por Manolita, (imagen que Michael asocia de inmediato con Pepa de la que sigue perdidamente enamorado), y cuya historia amorosa estuvo ligada, como ya les indicaron, con el escritor inglés, cuyo recorrido vivencial y escribir sobre él ha sido el motivo por el cual Michael se halla en tierras andaluzas. Éste se retira de la reunión en el patio, y a solas en el archivo familiar observa ensimismado la foto de Manolita, pensativo, como si la vieja historia de amor cobrara vida de nuevo por medio de la pasión que siente por Pepa.


 


Durante la noche Mónica se introduce en la habitación de Michael con la intención de atraerlo nuevamente, y recrear junto a Philips, que también se presenta en el dormitorio, recuerdos pasados de encuentros eróticos entre los tres. Michael se resiste pero Mónica le convence para que acepte de nuevo sus deseos hacia él, que Michael vuelve a rechazar, pero insiste en que trate de ser amable con Philips y que estreche su mano rememorando los viejos tiempos en que les unía una morbosa  relación. Luego Mónica besa a ambos, pero Michael, que no desea reanudar aquellas relaciones ambiguas, abandona la habitación, y vuelve al pueblo en el jeep, ya caida la noche. 




 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Michael se dirige de nuevo en plena noche a la cueva de la "sabina", se enfrenta burlonamente a su leyenda, orina frente a la entrada y le pide que se apodere de él. Pero de pronto oye un ruido, y con la linterna ilumina una figura humana allí escondida. Se trata del retrasado Manolín que también acude por las noches a escuchar la sensual respiración de la "draguna" como la llama Pepa. Michael le obliga a marcharse de allí junto a él, y cuando Manolín, una vez cerca de la casa de su tío, se niega a abandonar el jeep, lo arroja del mismo.  Michael vuelve al pueblo, y el pobre retrasado le despide bailando ante él y luego tras el jeep.
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Han empezado las fiestas patronales, las calles del pueblo se regocijan en los bailes de palos de sus jóvenes entre los que se encuentra el joven enamorado de Pepa. Mientras tanto, la muchacha acude de nuevo a casa de Daisy para seguir encalando sus paredes. Michael se despierta y baja de su habitación al encuenro de Pepa, intentando convencerla de que acepte la pasión desenfrenada que siente por ella. Pepa se resiste, y cuando Michael la besa con desesperación aparece Daisy, que ha presenciado la escena, pero se refugia en la cocina despechada aunque  siempre tratando de disimular lo que siente interiormente. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 


Michael abandona la casa. Manolín, gracias a los guardias civiles que lo han llevado hasta el pueblo, corre a disfrutar de la fiesta, y bailar. Michael acude a las calles de la villa a presenciar con hastío la procesión religiosa. Una imagen de la Virgen lleva a sus pies un dragón vencido. Luego, todos los participantes se reúnen en el bar a beber y charlar. Michael participa de la bebida, habla con el joven novio de Pepa, y convida a Manolín a beber. 

 



 

 

 

 

 


En aquel momento, llega Pepa sulfurada por proveer de alcohol al pobre retrasado. Se lo lleva de allí y vuelve a casa de Daisy sin poder disimular su enfado: "¡Yo no tengo ganas de fiesta ni de nada·", confiesa compungida. Y ayuda a Daisy a preparar la reunión festiva que la alocada vecina extranjera se dispone a celebrar allí durante la noche.


 
 
 
 
 




 
 

 
 
 

 
Philip ha salido en busca de Michael para llevarlo a casa. Lo encuentra en el bar completamente embriagado. Y se lo lleva de allí a la fuerza. Durante el camino, Michael cae y Philip intenta ayudarlo, refrescándole en una fuente de la calle. Michael accede a volver a casa de Daisy entre reproches e insistiendo en que nada quiere ni de él ni de Mónica, y que nunca acabará lo que le había llevado hasta allí, puesto que nada le importa la historia del inglés desaparecido que ambos se habían comprometido a escribir, y que por supuesto no va a volver con ellos. Lo abraza cómicamente indicándole que por él se puede quedar con Mónica, a la que no ama, como regalo.

 

 
 
 
Daisy acoge en su casa a un grupo de jóvenes, dando lugar a un alegre guirigay al que también se han sumado Pepa y su novio. En casa de Daisy la fiesta ha empezado, y la hermosa Pepa canta y baila para regocijo de todos. 
 
 
 
 
 
 
 
Michael, tras observar con desespero el baile de Pepa, se oculta en una de las habitaciones hasta donde lo ha seguido Mónica ansiosa por conseguir un momento de entrega amorosa con él, aunque sea de forma forzada, puesto que Michael la desprecia una vez más. Daisy baila también con Pepa tratando de olvidar el desinterés de Michael oculto en otra habitación con Mónica. Philip se muestra atento el baile de las dos mujeres, atraído también por la exuberante juventud de Pepa. El novio de la muchacha indica la hora de irse a la estación ya que debe volver a Londres y Daisy se despide de él, pero ambos descubren el momento de intimidad entre Mónica y Michael. Cuando el novio de Pepa gesticula dando a entender lo que sucede al otro lado de la habitación,  la muchacha interiormente herida, finge no darle importancia. Daisy despide al joven con un abrazo de amargura. Sabe que ya nunca podrá recuperar a Michael.
                          
 
 
 

 
 
Un vez en la estación, Pepa, acompañada por Philip que los ha llevado en el jeep, después de que el joven besa a sus padres, se despide de su novio acongojada por ciertos remordimientos Y llorosa, ocultando que en realidad está enamorada de Michael, acepta la compañía de Philip, que la lleva hasta su casa. 
 



 
 
 
Acabada la fiesta, y bajo la despechada mirada de Daisy que ha presenciado su escena sexual con Mónica, Michael comprueba la ausencia de Pepa, y acude al patio de la joven en penumbra, descubriendo, a través del ventanal iluminado, que Philip comparte cama y entrega sexual con Pepa. Ésta se despierta sobresaltada, ha oído ruido en el patio, y se asoma a la ventana como presintiendo allí la presencia de Michael. Cuando ambos vuelven a  casa de Daisy, Michael planea su última venganza contra Philip.
 









Michael, desesperado y vengativo, propone a Mónica y a Philip, una visita a la famosa cueva de la "sabina", de cuya leyenda les ha hecho partícipes.
 
 



 
 
Acompañados por el jeep de la Guardia Civil, y atraídos por el misterio de la fábula, se dejan convencer, aceptando la proposición de que Philip y Michael penetren juntos en la gruta para desvelar el misterio de la mujer dragón. Acuden junto a ellos Mónica, Daisy, Manolín, Pepa y su deudo rural, que entrega cuerdas a Michael, aunque ve en aquella romería un peligro turbio y amenazador por parte de la "sabina". Cuando se hallan frente a la caverna del legendario dragón, continúa la fiesta, se reparte comida y bebida. Y se propone a los dos amigos que penetren desnudos en la sombría guarida de la que parte un gemido tenebroso, para que la "sabina" disfrute mucho más de sus varoniles cuerpos desnudos.

 
 
 
 

Finalmente, Michael y Philip, no se liberan de sus ropas. Michael no ha dejado de observar la imagen de Pepa, que junto a la hoguera, se mantiene en silencio. Antes de penetrar en la cueva Daisy besa a Michael. Y Mónica trata de despedirse también, pero su marido le entrega su reloj como adiós. 

 
 
Con linternas de petróleo, desaparecen finalmemnte en la oscuridad. Pepa ha seguido aterrorizada la entrada de Michael y Philip en la caverna. Una vez dentro, Michael se introduce en un foso, y Philip le sigue protegiendo la salida con una cuerda. 
 
 
 
 
 

 
 
Michael retira furioso la cuerda, única posibilidad de abandonar la cárcava, y le prende fuego. Philip no da crédito a lo que está sucediendo, observa el resto de cuerda caída en el foso y pide socorro. Michael se abalanza sobre Philip brutalmente expresando el odio que siente hacia él y su despecho vengativo por haberle arrebatado a Pepa aquella noche. Philip trata de defenderse, tratándolo de loco. Y Michael lanza contra las paredes rocosas del foso ambas lámparas de petróleo, mientras Philip grita enloquecido: "¡¡Socorro, socorro!!..."Cuanto más llores y grites mucho mejor, porque los de ahí fuera pensarán que la sabina ha empezado a gozarnos ya, y la tradición habrá vuelto a cumplirse... Esta vez me has hecho mucho daño como lo seguirías haciendo siempre... y tampoco podemos separarnos ya"
 

 
Una gigantesca llamarada ilumina las interioridades nefastas de la cueva de la "sabina", donde Michael y Philip perecen irremediablemente. La "draguna" lanza así su devoradora llamarada infernal ante el estupor de todos los presentes en el exterior, que han oído también el grito horrorizado de Philip. Manolín, contemplando el resplandor del interior de la cueva, se muestra sorprendido y sonriente al mismo tiempo imaginando que la "sabina" ha gozado y devorado en realidad a los dos hombres. Pepa, entre el espanto y el dolor, golpea a Manolín irracionalmente, insistiendo en un "¿Por qué lo han hecho? ¿Por qué?", que no tiene respuesta. Mónica la sujeta y va tras ella. Y Pepa en la misma entrada del diabólico antro lanza un último grito inconsolable: "¡¡Michaeeeel!!"
 


 
 


Ángela Molina, actriz maravillosa, en su más esplendorosa juventud, bellísima como ese paisaje malagueño único en que se enclava la película, no titubea en el arrojo primitivo de su personaje desbordante (oírla hablar en andaluz es todo un deleite). Su inocencia y su plenitud son tan rotundas como la excitación sexual que provoca en todos. Jamás podremos olvidar su arranque agresivo de incomprensión, su grito desgarrado frente a la cueva de la "sabina" en la culminación del film. ¡Gracias, pues, señor Borau por su cine! Con "La Sabina", al saborearla sin prisas, también nosotros gozamos. ¡Extraordinaria, magistral, irrepetible!
 




[Jon Nicholas Finch nacido el
2 de Marzo de 1942 en Caterham, Surrey, Reino Unido- Fallecido el 28 de diciembre de 2012 en Hastings, East Sussex, a los 70 años. Tras haber sido diagnosticado y hospitalizado por diabetes su cadáver fue hallado en su piso de Hastings]
 
 

Durante la década de los 50 a 60 estudió en "Caterham School". Pero rechazó la carrera de Económicas que podría haber cursado en el "London School of Economics", pues se había integrado ya a una pequeña compañía de teatro de aficionados, e incluso llegó a cantar en un grupo folklórico. Ingresó en el ejército, y sirvió en "Regimiento Nacional de Paracaidistas" donde permaneció como miembro del "Regimiento de Reserva" ["SAS"]. Entrenaba los fines de semana y muchas noches. Pero renunció definitivamente al ejército cuando sus compromisos de actuación en la compañía teatral le resultaron más interesantes. Una vez desprendido del estamento militar, no le importó confesar que se sentía aliviado de no haber tenido que ir a luchar a Borneo curante la confrontación inglesa en Indonesia. Su primera aparición teatral importante fue en 1963 con la obra "From the Hill".
Tras aparecer en varias series televisivas, la afamada compañía "Hammer Films", especialista en films de terror, lo contrata para "The Vampire Lovers" ("Las amantes del vampiro"), película calificada como de "horror gótico", dirigida por Roy Ward Baker, y coprotagonizada por Ingrid Pitt, George Cole, Kate O'Mara, Peter Cushing, y Madeline Smith. La siguiente sería "Horror of Frankenstein" ("El horror de Frankenstein"), ambas de 1970, dirigida por Jimmy Sangster, con Ralph Bates, Kate O'Mara, Veronica Carlson, y Dennis Price.




En un vuelo en avión, Finch conoció al encumbrado director polaco Roman Polanski, que preparaba una versión de "Macbeth" de Edward de Vere, Conde de Oxford, alias William Shakespeare. Polanski decidió apostar por el casi desconocido actor que tan sólo había actuado en films de terror de la "Hammer", ofreciéndole el papel protagonista de dicha versión cinematográfica, realizada en 1971; casting que fue controvertido porque Jon Finch, aparte de ser demasiado joven, no había interpretado a Shakespeare anteriormente. Compartió cartel con
otra recién llegada: Francesca Annis, además de Martin Shaw, Nicholas Selby, y John Stride. Pero por primera vez un film de Polanski fracasó estrepitosamente en las carteleras.  


Esta vez fue el rey del suspense Alfred Hitchcock quien buscaba un protagonista menos conocido para la que sería su penúltima película "Frenzy" ("Frenesí"), de 1972. Según Hitchcock, Finch le había impresionado en su actuación como "Macbeth". Su rostro duro y áspero resultó muy convincente y sólido como un nuevo macguffin hitchcokiano que se debate angustiosamente como el inocente criminal perseguido, amigo en realidad del verdadero asesino del film. Compartió cartel con actores exclusivamente ingleses: el inquietante Barry Foster, Alec McCowen, Anna Massey, y Barbara Leigh-Hunt, las dos víctimas femeninas de la película.


"Frenzy" le abrió las puertas para ser elegido como protagonista de "Lady Caroline Lamb", 1972,  dirigida por Robert Bolt, con Sarah Miles, Richard Chamberlain, John Mills, Laurence Olivier, Ralph Richardson, Pamela Brown y la gran Margaret Leighton; film en el que Finch interpretó a William Lamb, esposo no amado de la escritora Caroline Lamb que mantuvo relaciones con Lord Byron.

 

 

 

En 1973, interpretó al agente secreto de la novela de Michael Moorcock, Jerry Cornelius en el thriller de ciencia ficción  "The Final Program" ("El programa final"), dirigida por Robert Fues, con Hugh Griffith, Jenny Runacre, Sterling Hayden, Harry Andrews y Patrick Magee. Sin embargo, mientras que "Frenzy" fue el mayor éxito de Finch, "Macbeth", "Lady Caroline Lamb" y "The Final Program" fueron decepciones comerciales.


Protagonizó "Diagnosis: Murder", 1974, de Sidney Hayers, con Judy Geeson, Christopher Lee, y Tony Beckley. Rechazó convertirse en el nuevo James Bond en "Live and Let Die" ("Vive y deja morir"), 1973, de Guy Hamilton, y el papel fue para Roger Moore. Richard Lester le ofreció el Athos de su versión de "The Three Musketeers" ("Los Tres Mosqueteros"), y Finch no aceptó tampoco la oferta. Lo interpretó Oliver Reed junto a Richard Chamberlain, Michael York, Raquel Welch, Charlton Heston, Jean-Pierre Cassel Faye Dunaway.  


En 1978, aparece enre el gran reparto de la adaptación de Agatha Christie "Death in the Nile" ("Muerte en el Nilo"), dirigida por John Guillermin, con Peter Ustinov, Jane Birkin, Mia Farrow, Angela Lansbury, Bette Davis, David Niven, Maggie Smith, Olivia Hussey, George Kennedy, Lois Chiles y Jack Warden.


Intervino en la intrascendental y erótica "Game of Seduction" ("Juego de seducción"), dirigida por Roger Vadim, con Sylvia Kristel, Nathalie Delon, y Édouard Niermans; y en la desapercibida "The Second Power" ("El segundo poder"), ambas de 1976, film español dirigido por José María Forqué, con Juliet Mills, Fernando Rey, Verónica Forqué, y José María Prada
 
Y radicado temporalmente en España, José Luis Borau le ofrece el papel protagonista masculino de su magnífica "La Sabina", 1979, coproducción Hispano-Sueca donde comparte cartel con Angela Molina, Harriet Anderson y Simon Ward. Interpretación de la que sale airoso, pese a haber sido catalogado como "el taciturno Jon Finch". La directora Pilar Miró lo dirigió tambien en "Gary Cooper que estás en los cielos" ("Gary Cooper, Who Art in Heaven"), con las magníficas actrices hispanas Mercedes Sampietro, Carmen Maura y Amparo Soler Leal, además de Victor Valverde, Alicia Hermida, Isabel Mestres, Mary Carrillo y Agustín González

 


En 1977 había sido la elección original para el papel de Doyle interpretado por Martin Shaw en la serie de televisión británica "The Professionals" (Shaw había interpretado previamente a Banquo para "Macbeth" de Finch en la película de Polanski). Pero Finch se retiró en el último minuto, alegando que "no podía interpretar a un policía"

Durante 1978 y 1979, Finch interpretó el papel de Henry Bolingbroke en las producciones de la "BBC Television Shakespeare" de "Richard II", "Henry IV" -Part I- y "Henry I" -Part II-, que también contó con Derek Jacobi, John Gielgud, David Gwillim y Anthony Quayle

 


Fue elegido como Kane, la primera víctima, en "Alien", 1979, de Ridley Scott, pero tuvo que abandonar el segundo día de filmación debido a un episodio diabético severo. John Hurt fue elegido en su lugar. 


En 1996, intervino en "Darkland" ("Tiempo de tinieblas"), de Julian Richards, con Craig Fairbrass y Rowena King. Y como el patriarca católico de Jerusalem en la fallida "Kingdom of Heaven" ("El reino de los cielos"), 2005, de Ridley Scott, junto a Orlando Bloom, Eva Green y Jeremy Irons

Jon Finch contrajo matrimonio en 1982 con la actriz Catriona MacColl y se divorciaron en 1987. De este enlace nació una hija.